Despedidas, despedidas casi siempre tristes que te dejan con un sentimiento de impotencia, con las ganas de tener el poder para cambiar el rumbo de las cosas y no tener que partir… Despedidas que después de algunos abrazos se prolongan mas allá de la lógica. Despedida que es un alivio, porque cuando termina, comienza a disminuir el tiempo restante para la bienvenida… Hoy por segunda ocasión en la historia de este blog no traigo el relato de un viaje en moto. Ya anteriormente había narrado la experiencia de viajar por mi carretera favorita, la Durango – Mazatlán en camión de pasajeros. Esta ocasión les comparto un viaje que posiblemente estaré realizando próximamente en moto, a Chiapas, pero sostenido por dos alas…
5:35am, estoy medio dormido sentado en la sala de espera mientras llegan las 6:45am, hora de salida de mi vuelo de Torreón a México. Momento, ¿Torreón? Así es, tuve que viajar de noche de Durango a Torreón, pues el saturado mercado de transporte aéreo en Durango no tiene muchas opciones, mas que el monopolio del eterno Aeromexico. Antes estaban Aviacsa y Aerocalifornia, opciones mas económicas, pero con las crisis para vivir mejor cada vez hay una menor competencia en el ramo… Bien, tuve que viajar tres horas de noche de Durango a Torreón en camión, ahí dormí un poco pero al llegar a La Laguna aún me faltaban otras cinco horas antes de mi vuelo, así que mi amigo Edgar me dio hospedaje y pude descansar algunas horas mas, pero no las suficientes, pues mi paranoia me hizo llegar con casi dos horas de anticipación al aeropuerto. Medio zombie traté de mantenerme despierto, lo logré terminando de leer un buen libro que me regaló mi amigo Pedro Escobar.
Es increíble, pero justo ahora, seis días después no recuerdo con exactitud mayores detalles de mi paso por el aeropuerto de Torreón. Solamente lo mismo de siempre en estos lugares: personas predominantemente de buena posición económica, seguramente algunos políticos para mi desconocidos (de lo cual me alegro), un ambiente un tanto extraño, donde abunda la educación, los buenos modales y la indiferencia hacia los desconocidos. Así es, una indiferencia casi tan desagradable como la que abunda en el metro del D.F. Esa indiferencia que muchas veces dificulta cualquier intento por entablar cualquier tipo de contacto, así sea visual… Pero bueno, no todo es malo, a veces uno se encuentra con gente interesante en los aviones, como ya me tocó alguna vez viajando de Monterrey a México y en mi último viaje de México a Tuxtla Gutiérrez. No es que yo viaje mucho por avión, simplemente que en ocasiones por mi trabajo es la manera mas práctica. Otra ventaja es el manejo del equipaje. Uno tiene derecho a llevar equipaje de mano consigo en la cabina, pero por otra parte puedes documentar una maleta (cuyo peso y dimensiones máximas varían en cada aerolínea, además de la tarifa de sobre peso, que en algunos casos es exagerada…) que el personal de la aerolínea se encargará de subir al avión y bajarla, así como de entregarla al finalizar el viaje (cosa que no siempre sucede).
Por la misma saturación del avión me tocó asiento en primera clase, algo para mi nunca imaginado: ser de los primeros en subir, acomodar la maleta sin prisas, tener a disposición una manta para el frío y una pequeña almohada, espacio extra para las piernas y un sillón mas ancho de lo normal… Cielo oscuro, la torre de control apenas se ve por los focos que sostiene, movimiento de personal en la pista. Los pasajeros van subiendo, caras adormiladas por el tedio de un vuelo mas, como tantos en esa semana, en ese mes, en ese año, caras jóvenes que como yo rara vez viajan en avión y disfrutan la experiencia, caras de niños que ilusionados le preguntan al papá si ya están en el avión, si pueden ver al piloto y así, esa cara de ilusión que se asemeja a aquellos niños que desde su automóvil te miran mientras los rebasas desde tu moto…
La aeromoza cuenta los pasajeros, últimas revisiones, comunicaciones con el piloto, explicaciones de seguridad sobre el uso de los cinturones de seguridad, salidas de emergencia, etc. Es un procedimiento bien ordinario al que la mayor parte de los pasajeros ni ponen atención, pero creo que la constancia y el empeño de las aeromozas merece al menos unos minutos de nuestra atención… Todo está listo, el aeropuerto de Torreón es pequeño, no hay gran aforo de naves, así que rápidamente el avión toma la pista de la cual despegará. Se alinea a una velocidad baja, digamos que menos de 30km/hr, pero en cuanto se encuentra en la pista y con todo a favor comienza a acelerar de manera constante, muy rápida. Es una aceleración demasiado fuerte, los pasajeros primerizos la sienten con fuerza en el estómago y las aeromozas se persignan como antes de cada vuelo… Cada vez vamos mas rápido, se van sintiendo con mayor intensidad las irregularidades de la pista y de pronto nada. Simplemente el viento en contacto con el avión y una fuerza ascendente nos eleva sin titubeos.
Desde que dejamos atrás la torre de control, el día ha clareado rápidamente y cuando ya vamos a algunas decenas de metros del piso, las casas se van viendo cada vez mas pequeñas, rápidamente vamos ganando altitud. Lo había olvidado: yo voy sentado junto a una ventanilla, la posición ideal para ver el paisaje. Recuerdo que el amanecer no debe tardar, volteo a mi derecha, un poco para atrás está el cielo mas rojo que en otros sitios. Por ahí el sol está a punto de salir, y como un amanecer acelerado por el ascender del avión primero veo una mancha rojiza, parece lava amorfa en la lejanía, que mientras vamos subiendo se va transformando, y en poco tiempo alcanza una forma cada vez mas circular; pero este amanecer acelerado no me da oportunidad de tomar una buena foto, solamente esta:
Regreso a la normalidad, recuerdo que estoy muy cansado y no he dormido lo suficiente así que reclino el asiento, me pongo la almohada y con el cinturón aún ajustado me dispongo a descansar todo lo que pueda en esta hora y media de viaje hasta México D.F., pero como siempre, forzar el sueño de este modo no me facilita conciliarlo, simplemente estoy ahí acostado y como la aeromoza comienza a hacer ruidos por el desayuno que está por servir prefiero permanecer con los ojos abiertos y así de pronto recibo en la comodidad de mi asiento y con una mesilla que se saca del descansa-brazos derecho de mi asiento, un desayuno bastante completo, pero de reducido tamaño:
Ya con el estómago lleno me dispongo a admirar el paisaje desde unos treinta mil pies de altura, para aquellos quienes no han tenido la fortuna de ver esto se los puedo describir como la vista del google earth pero a máxima resolución y con el máximo realismo, solamente es eso, pero no puedo tratar de explicarles la sensación de movimiento de las nubes, su textura casi como colchón, aquellas pequeñas partículas de agua de los cirros que flotan a tu lado, alcanzar a ver puntos alejados por cientos de kilómetros con solo voltear la cabeza… Eso no lo puedo explicar, simplemente tienes que vivirlo alguna vez en tu vida.
Puntuales, poco después de las 8a.m. hemos llegado a las inmediaciones del Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. Los mensajes por la bocina van encaminadas a consejos de seguridad para el aterrizaje, poco a poco las casas y edificios se van viendo mas cercanos, hasta que de pronto la pérdida de elevación se acelera justo cuando ves debajo de ti el inicio del aeropuerto: cercado de malla ciclónica, grandes campos despejados, el inicio de la aeropista, etc. Un suave impacto indica que las llantas han tocado tierra y el avión gradualmente va reduciendo su velocidad, la ligera tensión en las sobrecargos ha desaparecido y todo mundo comienza a desabrocharse el cinturón de seguridad. A baja velocidad llegamos a la terminal, cuando el avión se detiene por completo todos comenzamos a buscar nuestro equipaje de mano y nos dirigimos a la salida una vez que la puerta se ha abierto. Una ventaja de ir en primera clase es que eres de los primeros en bajar, casi no tienes que esperar para poder hacerlo…
Camino, camino siguiendo los letreros de “Vuelos en conexión”, pues voy a viajar hasta Tuxtla en la misma aerolínea. Izquierda, derecha, pasillos interminables adelantando peatones que no llevan ninguna prisa… De pronto estoy un poco confundido, no estoy seguro si llevo el rumbo correcto así que le pregunto a un Policía Federal y antes de responder me pide mi identificación oficial, me pregunta mi origen y destino, tal cual retén carretero; así es, también en los aeropuertos se ve truncado nuestro derecho constitucional al libre tránsito. Camino rápido, no quiero perder mucho tiempo por aquí y de pronto veo una fila larguísima:
Tardo casi diez minutos en llegar hasta el siguiente punto de revisión donde debo quitarme del cuerpo todo objeto metálico (cinto, llaves, monedas, celular, etc.) y colocarlo en una charola junto con mi maletín. El detector de metales me deja pasar sin novedad y continúo caminando los pocos metros que me faltan hasta la sala “M”. Aquí ya todo es mas sencillo, ya estuve antes, una rápida escala técnica al baño, una visita a las dos librería del lugar, una llamada anhelada para escuchar tu voz y después un rápido desayuno. Ahora si, falta poco menos de una hora para mi salida así es que busco en la pantalla el número de puerta por donde saldré. Rápidamente la ubico y me dirijo ahí tomando mi lugar y pasando el tiempo leyendo una revista que acabo de comprar… Otra vez abordar, ahora el avión es mas grande (un Boeing 747) y me corresponde un lugar en clase turista, pero afortunadamente soy de los primeros en subir, así que fácilmente llego hasta mi lugar, acomodo mi maletín y listo, a disfrutar otra hora de cielo…
Al igual que la anterior ocasión que viajé de México a Tuxtla, en el avión van varios extranjeros, europeos la mayor parte… En esta clase simplemente recibo como aperitivo una bolsita de cacahuates japoneses y jugo de manzana (también pude elegir agua, refresco, cerveza, tequila, vodka, etc.), el vuelo pasa rápido y alrededor de las 12 estamos aterrizando en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Se nos dan instrucciones para que antes de dejar el avión bajemos las persianas de las ventanillas y así ahorrar energía que pudiera haber gastado el aire acondicionado del avión. Al salir del avión sigo los letreros hacia el área de reclamo de equipaje y luego de una larga espera, donde se nota que todos los pasajeros nos impacientamos, pude recoger mi maleta y ahora si tomar un taxi autorizado, de esos que cobran $210 por un trayecto de poco más de media hora… Llegué directo al hotel en un clima cálido muy agradable, el calor no es exagerado, si acaso treinta grados centígrados máximo y con una humedad cordial… Lo que siguió a esto fue trabajar, revisar que no faltara nada de lo que iba a entregar, luego tener que completar lo que otra persona iba a hacer, quedándome por esa razón casi sin dormir esta noche…
Noche agotadora, con el cerebro casi sin reaccionar, dos horas de sueño para descansar e intentar revivirlo y otra vez a continuar con los últimos pendientes. Casi todo listo pero ¡oh sorpresa! Otra persona me ha retrasado casi tres horas… El tiempo juega en mi contra, el stress está al máximo, el recuerdo de un mal final en diciembre en esta misma ciudad está mas presente que nunca, pero poco a poco recupero el control y cinco minutos antes de la hora todo está bien y casi en orden… ¡lo logramos! Al final el resultado fue satisfactorio, siento un gran alivio pues ya no hay ningún peso sobre mí… no queda mas que retirarme a las seis de la tarde al hotel a comer, hablar de nuevo contigo, bañarme y dormir todo lo que pueda, pues mañana no tengo mucho tiempo antes de tomar mi avión de regreso…
Camino algunos metros hasta la plaza principal de Tuxtla, solamente una visita rápida a un cajero automático y de regreso al hotel para preparar mis cosas y limpiar la habitación. Aprovecho para tomar algunas fotos de la catedral pues jamás lo he logrado. Después de una pequeña espera, finalmente me recoge mi taxi y en menos de una hora ya estamos en el aeropuerto. No fue complicado salir de Tuxtla, tomando en cuenta que hay ocasiones en que el tráfico es excesivo, pero por ser apenas las once de la mañana podemos salir sin ningún problema. En el camino ya con la mente completamente despejada voy disfrutando un poco del paisaje, no es tan verde como uno pudiera imaginarlo, pues aquí en invierno los árboles se secan un poco, y aún en primavera permanecen así, pero vaya que me gustaría ver el contraste con el verano y las lluvias en su máximo esplendor… Vi algunos anuncios indicando sitios de interés, como la Cascada del Chiflón y el taxista me orientó acerca de otros lugares por la zona, así que bueno, como ya lo pensé en mi anterior viaje por aquí: hace falta un motorutero chiapaneco, y bueno, si no hay ninguno, yo mismo tendré que venir a reportar a bordo de Suzuki y en compañía de Ruth…
Llegué al aeropuerto de Tuxtla cuarenta y cinco minutos antes de la salida de mi vuelo, ya había una fila medio larga para documentar el equipaje, así que bueno, ahora le doy la razón a aquellas personas que sugieren llegar dos horas antes. Sin tantas demoras documenté, luego pasé a la sala de espera no sin la pertinente revisión en el detector de metales y la banda para el equipaje de mano… No pasó mucho tiempo antes de que nos llamaran a abordar, me tocó en la última fila del avión, en clase turista. Rápidamente pude tomar mi asiento y ahí estaba yo, tomando fotos al aeropuerto y a otros aviones cercanos, me disponía a leer el ejemplar de “Escala”, una revista mensual que obsequia Aeromexico en cada uno de sus vuelos, cuando de pronto, un tipo de cabellera larga y lentes oscuros que iba acompañado por otras dos personas me pide cambiar mi asiento, pues de otro modo ellos tendrían que viajar separados; acepto pues me pongo en su lugar y ahí está, entre ellos va una mujer vestida como farandulera, ignoro quien es pero vaya que se viste igual que la gente que sale en la tele… Ella tomó mi asiento, el de junto a la ventana, en medio va su novio que es el que me pidió mi lugar, y en el pasillo va una persona que se me hace conocida. Alguna imagen repentina en mi cerebro recuerdo de hace varios años, cuando veía tele e incluso telenovelas y programas de farándula, me hizo deducir que esa chica era Niurka. Despegamos en medio de repentinas turbulencias, una sensación que hace tiempo no vivía con esta intensidad; yo iba viendo el cielo y las nubes desde mi lugar, de pronto miré y Niurka ya iba recostada sobre su novio.
El vuelo transcurrió apacible, sin sobresaltos. De pronto ya estábamos descendiendo para aterrizar en la ciudad de México. La aeromoza le pidió a Niurka que se abrochara el cinturón y ella lo hizo solo protestando ligeramente mediante una burla, pero accediendo de una manera amable. Creo que eso habla muy bien de ella, pese a ir tan cómoda no tardó demasiado en ocupar su lugar correctamente. Otra vez la turbulencia nos afectó un poco, nada de que preocuparse.
Otra vez recorrer los pasillos del aeropuerto para de nueva cuenta ser revisado en un control de seguridad, no se me detectó ningún objeto metálico entre mis pertenencias, pero al ponerme de nuevo cinto, llaves, monedas, etc., un agente de la Policía Federal se acercó a preguntarme que traía en mi bolsillo, le mostré una bola de papel higiénico del que siempre cargo, me pidió que le mostrara el otro y saqué algunos papeles; por si esto no fuera poco, todavía me preguntó mi origen y destino. No se porqué me interrogó a mi, talvez mi aspecto desaliñado no le dio mucha confianza… Un poco molesto caminé hasta la sala M, me fui directo a buscar algo que comer, pues solamente había ingerido en todo el día un jugo de zanahoria y betabel. Existen varias opciones para comer, desde el 7 Eleven hasta los restaurant bar, todos obviamente con precios inflados pero con un aspecto bastante decente. Llegué a un restaurant que está al final de la sala M, no recuerdo su nombre, pero por ciento diez pesos pude disfrutar una pita vegetariana y un jugo de manzana. No estuvo tan elevado el precio como en otras ocasiones, con platillos mas carnívoros. Entre los comensales hay de todo, desde alguna mujer que seguramente es adicta al twitter con su blackberry, pasando por el hombre de negocios que lee algún periódico inglés en su ipad hasta la familia que anda en un viaje mucho mas relajado rumbo a alguna playa. No me quise quedar mucho tiempo ahí, así que caminé hacia las diversas puertas de la sala M y de pronto me senté en una, y al hablar por teléfono con Ruth me di cuenta de que había llegado por casualidad a la puerta 72, justo la puerta por donde abordaría mi vuelo a Durango.
Otra vez el mismo proceso de abordaje, un despegue alterado por una leve turbulencia y el viaje dentro de lo normal, excepto que de nueva cuenta voy en primera clase… Nada excepcional esta vez, solo que en lugar de la bolsita de cacahuates me dieron una selección de nuez de la india, almendras, cacahuates, pasas, etc. Mientras íbamos ganando altura después del despegue fui apreciando, para mi disgusto, esa enorme capa de smog que los capitalinos han tenido el placer de arrojar sobre nuestra atmósfera. Sí, reconozco que en gran medida esa contaminación está ahí por las fábricas de diversos productos que consumimos todos los mexicanos, pero sin duda son los chilangos quienes ahí habitan y quienes padecen en primer lugar los dañinos efectos de respirar humo a diario. No se qué mal nos ha hecho la Tierra para que le hagamos este daño, pero sin duda ella está cansada de nosotros y cada vez se toma medidas mas agresivas para librarse de esta especie, de los mal llamados “humanos”.
Dejando atrás esta estela gris de muerte me relajé y fui disfrutando de las abundantes nubes que me ofrecía el vuelo. Muchos de los pasajeros van durmiendo o al menos están recostados, pero noto como de reojo un señor me ha visto que voy tomando fotos, en algunos minutos ya lo veo a él también admirando las nubes… Así se me fue el vuelo rápidamente, admirando nubes y desiertos, montañas completas con su sombra proyectada en sus laderas, pensando en compartirle a Ruth estos momentos y de pronto ya estamos por aterrizar, la aeromoza hace notar que apaguemos cualquier aparato electrónico y yo hago caso omiso, pues no creo que mi cámara cause alguna interferencia. Veo que la aeromoza está algo molesta, así que apago mi cámara y en ese momento hace hincapié en la instrucción, entonces el piloto repite la orden por el altavoz en un tono mas enérgico advirtiendo de las consecuencias a quien tuviera algún aparato encendido. Verifiqué que mi celular estuviese apagado y mi cámara también, entonces de pronto la aeromoza se levanta de su asiento, camina por el pasillo a la clase turista con la certeza de ubicar al infractor. Ignoro lo que sucedió, pero regresó mas relajada y entonces ahora sí, aterrizamos… Fui de los primeros en bajar del avión, tenía la intención de tomarle una foto a la misma desde la pista, pero no quise llamar la atención, así que me fui a recoger mi maleta a la banda respectiva, pero como siempre pasa, pasaron varios minutos antes de que las maletas de todos los pasajeros comenzaran a circular…
Que extraño es viajar en avión, en menos de tres horas efectivas volando habré recorrido la distancia que separa un provisional sitio de trabajo como lo es Tuxtla Gutiérrez de mi tierra, Durango. En cambio, hacerlo en automóvil o motocicleta me hubiese llevado al menos diez y nueve horas sin parar. Pero viajar en avión te restringe de muchas cosas, pues elimina totalmente la experiencia del viaje, reduciéndola al mínimo contacto posible con los compañeros de viaje y eliminando prácticamente cualquier contacto con los habitantes, fauna, clima, etc., de los sitios entre tu origen y destino; a cambio, en ocasiones como ésta que les narro, el viajar en avión ofrece la ventaja de ahorrar el máximo tiempo posible, sobre todo cuando éste escasea, como muchas veces tratándose de trabajo, el viaje en avión se ha vuelto prácticamente indispensable. Viajar de manera terrestre, especialmente en moto ofrece grandes ventajas de las cuales hablo en cada relato de este blog, es en definitiva uno de los medios de los auténticos viajeros, dejando para los turistas los traslados en avión…
Gracias por leer este extraño y extenso relato, faltaron varias cosas de narrar sobre los viajes en avión, pero esas se las dejo para cuando tengan la oportunidad de hacerlo.
©Aarón Martínez, Todos los derechos reservados
ajua chinga por eso me queria venir de usa esto es mexico cab alleroschido chido saludos desde pueblo magico taxco guerrero mexico
que chido que ya andas por acá Gallo, a ver cuando tengo el gusto de conocerte. Cuando vengas aunque sea un poco cerca de Durango avisa…
Pues a como andan las cosas en Tamaulipas, algunos conocidos y amistades prefieren pagar un dineral y viajar en avion de Reynosa a Cd Victoria (la capital de Tamaulipas) o a Monterrey.
Muy cierto lo de la peerdida de contacto con el medio ambiente al viajar en avioon, pero la falta de seguridad en una buena parte de nuestro sufrido Meexico te obliga, si tienes el $, a viajar por el aire.
Muy buenas las fotos, sobre todo la segunda de las nubes y algunas del DF
Saludos desde Reynosa.
macnifico
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En avión de Reynosa a Cd. Victoria!!! Vaya, de plano están mal, espero no se tenga que hacer próximamente eso aquí en Durango y hacer el viaje a Gómez Palacio de ese modo… Cambian los medios de transporte, hace poco leí que ya muchos empresarios están dejando de viajar en auto y lo hacen preferiblemente en helicóptero dentro de su misma ciudad…
Gracias por tus comentarios Macnifico, saludos.
Viajar en avion, nunca lo he hecho, es una forma de facilitarnos la vida tal vez, claro, nada comparada con sentir el aire en el rostro, alguna vez estuve en Tuxtla Gutierrez, un lugar con temperaturas muy altas, pero bonito tambien, me gustaron mucho las fotos donde estas sobre las nubes, eso si lo experimentado estando en lugares montañosos y es una grata experiencia, y tambien creo que viajar es importante, conocer, aprender, si se hace en avion, en moto, en autobus, lo importante es aprovecharlo y disfrutarlo,
Aaron Saludos Cordiales del Gunman…
Así es Gunman, conoces bien la esencia de viajar. Esta vez lo disfruté lo mas que pude aún en las circunstancias que lo hice (de trabajo). Ojalá algún día tengas la oporutnidad de viajar en avión, de verdad que es algo que bien vale la pena, al menos por esas vistas desde las alturas…
Saludos